EL MIRADOR. La entrada al mirador
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Buenas tardes,

 

Esta mañana me he cruzado con 3 jóvenes a las 7 menos cuarto de la mañana cuando venía a trabajar. Yo iba de señora seria que va al trabajo con cara de sueño y ellos todavía iban vestidos de huertano. Más o menos. La verdad es que lo que llevaban era refajos sobre la espalda como si fueran una manta y cara de haberlo pasado muy bien. ¿Dónde? No lo sé. Imagino que estarían de fiesta en algún piso de estudiantes o que se tuvieron que quedar en casa de alguien porque el toque de queda les pillara lejos de la suya. El caso es que han esperado a que terminara ese toque de queda para volver a salir, como si fueran vampiros, y meterse en su hogar antes de que saliera el sol de nuevo.

 

No es la primera vez que me cruzo a jóvenes que vuelven de fiesta con cara de vampiros y los tacones en la mano cuando yo voy a trabajar. Antes de la pandemia me pasaba casi todos los viernes. Es algo que te hace sentir muy mayor y al mismo tiempo es divertido. Siempre pienso que a lo mejor yo fui una de esas con los tacones en la mano y ni me fijé en la señora que a la misma hora se va a trabajar. Pero esta mañana no me ha parecido divertido. 

 

Esta mañana me ha hecho pensar que las calles tranquilas el día del Bando, sin borracheras y sin incidentes no significan mucho si a las 7 no soy la única que se ha cruzado con vampiros. Ojalá dentro de 10 días no estemos contando que han aumentado los casos entre los chicos que vuelven a casa usando los refajos como mantas.