EL MIRADOR. La entrada al mirador
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Buenas tardes

 

Desde hace unas semanas he cambiado mi ruta al trabajo. Muy poquito. He dejado de pasar por un callejón que tenía poca luz y voy por una avenida. A las 7 de la mañana hay un grupo de personas esperando el autobús. Son todos hombres. Dos de ellos hablan en otro idioma y están siempre juntos. Es curioso porque paso todos los días a la misma hora y están situados siempre de la misma manera, como si estuvieran en el colegio. 

 

Siempre hay uno que me dice “buenos días”, yo contesto “buenos días” y entonces hay otros dos o tres que responden a mi saludo. Todos los días igual.  

No sé a dónde van porque nunca veo llegar su autobús. Aunque a las 7 de la mañana y todos los días está claro que no se van de excursión. Es imposible que me quede con sus caras o que ellos se queden con la mía porque vamos embozados con las mascarillas y bufandas. Si los viera en cualquier otro sitio, no sabría que son ellos.

 

Hoy he pasado un poco antes, pero cuando las rutinas son tan parecidas, llegar 2 minutos antes supone que el escenario es completamente diferente. 

Esta mañana solo había dos señores y estaban sentados en la acera.  Iba a soltar mi buenos días rutinario, pero uno de ellos ha cambiado el saludo y me ha dicho “que tengas un buen día, nos da gusto verte pasar todas las mañanas a la misma hora”, y le he contestado “os tendríais que preocupar si no pasara” y me ha dicho que sí, que se preocuparían.

 

Así que tengo a unos señores que no me conocen de nada, de los que no sé su nombre ni a qué se dedican, pero que coinciden conmigo en este universo unos segundos al día y se pondrían tristes si yo no pasara.  Y me ha parecido bonito, porque la verdad es que yo también me pondría triste si no me dieran sus buenos días.